Sucedió hace un
par de semanas.
Las gordas y
perezosas nubes blancas surcaban el cielo matinal de San Antonino Castillo
Velasco cuando Lulú ingresó al inmueble de Radio Calenda, ubicado en la calle
Cuauhtémoc, como lo hace de lunes a viernes puntualmente a las nueve de la
mañana, para conducir su programa radiofónico.
Radio Calenda,
que es la radio decana del distrito de Ocotlán, Oaxaca, no sólo abre sus
puertas a todas las opiniones y corrientes ideológicas, sino que también,
literalmente, mantiene siempre abiertas las puertas de entrada a sus instalaciones.
Por ese motivo,
Lulú sólo tuvo que empujar la puerta para estacionar su bicicleta en el pequeño
patio de la entrada y después de saludar al locutor saliente, se instaló cómodamente
frente al micrófono. Puso su cortinilla de entrada, dio los buenos días, transmitió
buena música, hizo algunos comentarios sobre algunos asuntos, seleccionó más
música, recibió un par de llamadas, mandó saludos y después de otro par de melodías
y comentarios se despidió de sus radioescuchas.
Saludó al
locutor que seguía en la programación y salió de la cabina, pasó por la sala de
visitas y se dirigió hacia el patio para tomar su bicicleta, pero ésta ya no
estaba donde la había dejado. La buscó adentro y afuera y le preguntó al
locutor, pero éste le contestó que no vio nada.
Después de unos
momentos de incertidumbre, aceptó con tristeza y coraje, que alguien se había
llevado su bicicleta, por lo que regresó a su casa a pie, compungida e imaginando
las dificultades que enfrentaría en el corto plazo sin su medio de transporte.
El conductor en
turno sólo hizo el comentario con su grave voz: “lamentamos el robo de la
bicicleta de la compañera Lulú, que sucedió hoy hace un par de horas en las instalaciones
de esta radiodifusora.”
Los locutores
que llegaron durante el día, comentaron este suceso en sus respectivos
programas, de modo que el robo de la bicicleta de Lulú, en las instalaciones de
Radio Calenda se hizo noticia.
Tal vez por ese
motivo, al día siguiente, cuando llegó Lulú con toda puntualidad para conducir su programa, el teléfono de la radio
empezó a sonar sin descanso:
Un señor de la
tercera edad le dijo que como a la hora en que se perdió la bicicleta, él
distinguió a una persona del sexo masculino, joven y en actitud sospechosa
frente a Radio Calenda.
El entrenador
de un gimnasio cercano, dice que a esa hora, él también vio al sospechoso y que
parecía como de 25 años, delgado y chaparro, como de un metro y cincuenta y
cinco centímetros de estatura.
Un sastre que
iba pasando por allí dice que vio a esa hora al hombre sospechoso, que era joven,
delgado, chaparro y vestía pantalón de mezclilla y camiseta de color azul.
Para ese
momento Radio Calenda ya era escuchada por toda la población.
El hecho de que
en una casa le suban el volumen a su radio y no se trate de música, sino de
diálogos, significa que algo importante está sucediendo, y de esta manera, se
prendieron rápidamente todas las radios en San Antonino y aumentaron las
llamadas a la cabina de Radio Calenda.
Una señora llamó
asegurando que ella se dirigía al mercado a esa hora, cuando vio por ese lugar
al hombre joven, delgado, chaparro, vestido con pantalón de mezclilla, camiseta
de color azul y que era muy moreno.
Un joven repartidor
de tortillas también llamó a la cabina de Radio Calenda para señalar que el
hombre joven, moreno, delgado, chaparro, vestido de mezclilla y camiseta azul,
llevaba lentes deportivos de color oscuro.
Una señorita
que atiende la estética que está cerca del lugar, llamó para decir que ella
también vio al hombre joven, moreno, delgado, chaparro, de mezclilla y camiseta
azul y que además de lentes llevaba una gorra oscura en la cabeza.
El conductor de
un mototaxi llamó para informar que más o menos a esa hora, un hombre joven,
moreno, delgado, chaparro, de camisa azul, de lentes y gorra oscuros salió de la calle Cuauhtémoc conduciendo alocadamente una bicicleta, que
tuvo que esquivar con su mototaxi para no chocar contra él.
Muchas llamadas
se hicieron a Radio Calenda para ratificar la información sobre el sospechoso
que había sido ubicado por los vecinos, pero las más importantes fueron las que
señalaron que esa persona que se había robado la bicicleta, renta una
habitación en una céntrica calle de la población, donde luego se hospedan
trabajadores del campo que viene de otros municipios.
Se recibieron
otras llamadas en las que se aportó el “alias” del presunto delincuente y también se dio a conocer que aquel sujeto era
alcohólico y además drogadicto.
Las llamadas
telefónicas y mensajes vía celular venían de todos los puntos del municipio,
como de localidades cercanas.
La mayoría de
los mensajes eran de franca solidaridad y apoyo hacia Lulú.
Lulú, por su
parte, agradeció a los radioescuchas con un nudo en la garganta, pues ante esta
desgracia se había percatado de la dimensión de su auditorio.
Ella dijo que la pérdida de esa bicicleta, con
la que llevaba doce años, le dolía mucho porque era como perder a un amigo o
una mascota, y que también perdió la inversión que le había hecho al renovarle
los frenos, las llantas, tenía los rines cromados y un asiento más cómodo, por
lo que deseó que el ladrón valorara el objeto que se había robado.
Otras llamadas
de pueblos vecinos, le dijeron que probablemente su bicicleta fue llevada a determinada
casa de empeño y que la sacarían a la venta en otra sucursal, porque así le
hacen con las cosas que parecen robadas.
Lulú no
presentó su denuncia ante las instancias correspondientes porque le dijeron que
tenía que presentar la factura original de la bicicleta, así como las facturas
originales de todos los gastos que dice que le invirtió, además de que tenía
que llevar a todos los testigos que ubicaron al probable responsable.
En que en
caso de que cumpliera con estos requisitos, además de volver otro día para
sacarle seis juegos de fotocopias a la denuncia, tenía que regresar con sus
testigos para ratificar la denuncia y que una vez que se le diera curso,
tendría que otorgar dinero a los agentes para la gasolina y de paso para su
“refresco” porque ese tipo de investigaciones parecen fáciles, pero resultan
muy complejas, ya que si no encontraban
al sospechoso en su domicilio, tendrían que montar un operativo que podría
durar varios días, con sus respectivos gastos.
Evidentemente
Lulú se desistió de denunciar, pero tampoco la presentó ante la autoridad
local, porque algunas llamadas la desanimaron, afirmando que cuando un
delincuente cae en manos de los encargados de la justicia municipal,
supuestamente lo dejan escapar a cambio de una propina.
Lulú se resignó: perdió su medio de transporte, pero ganó el
aprecio y la solidaridad de una población que le respondió y se movilizó
totalmente por causa de una bicicleta.
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