viernes, 15 de agosto de 2014

La bicicleta que movió a todo un pueblo

Sucedió hace un par de semanas.

Las gordas y perezosas nubes blancas surcaban el cielo matinal de San Antonino Castillo Velasco cuando Lulú ingresó al inmueble de Radio Calenda, ubicado en la calle Cuauhtémoc, como lo hace de lunes a viernes puntualmente a las nueve de la mañana, para conducir su programa radiofónico.

Radio Calenda, que es la radio decana del distrito de Ocotlán, Oaxaca, no sólo abre sus puertas a todas las opiniones y corrientes ideológicas, sino que también, literalmente, mantiene siempre abiertas las puertas de entrada a sus instalaciones.

Por ese motivo, Lulú sólo tuvo que empujar la puerta para estacionar su bicicleta en el pequeño patio de la entrada y después de saludar al locutor saliente, se instaló cómodamente frente al micrófono. Puso su cortinilla de entrada, dio los buenos días, transmitió buena música, hizo algunos comentarios sobre algunos asuntos, seleccionó más música, recibió un par de llamadas, mandó saludos y después de otro par de melodías y comentarios se despidió de sus radioescuchas.

Saludó al locutor que seguía en la programación y salió de la cabina, pasó por la sala de visitas y se dirigió hacia el patio para tomar su bicicleta, pero ésta ya no estaba donde la había dejado. La buscó adentro y afuera y le preguntó al locutor, pero éste le contestó que no vio nada.

Después de unos momentos de incertidumbre, aceptó con tristeza y coraje, que alguien se había llevado su bicicleta, por lo que regresó a su casa a pie, compungida e imaginando las dificultades que enfrentaría en el corto plazo sin su medio de transporte.

El conductor en turno sólo hizo el comentario con su grave voz: “lamentamos el robo de la bicicleta de la compañera Lulú, que sucedió hoy hace un par de horas en las instalaciones de esta radiodifusora.”
Los locutores que llegaron durante el día, comentaron este suceso en sus respectivos programas, de modo que el robo de la bicicleta de Lulú, en las instalaciones de Radio Calenda se hizo noticia.

Tal vez por ese motivo, al día siguiente, cuando llegó Lulú con toda puntualidad para  conducir su programa, el teléfono de la radio empezó a sonar sin descanso:

Un señor de la tercera edad le dijo que como a la hora en que se perdió la bicicleta, él distinguió a una persona del sexo masculino, joven y en actitud sospechosa frente a Radio Calenda.

El entrenador de un gimnasio cercano, dice que a esa hora, él también vio al sospechoso y que parecía como de 25 años, delgado y chaparro, como de un metro y cincuenta y cinco centímetros de estatura.

Un sastre que iba pasando por allí dice que vio a esa hora al hombre sospechoso, que era joven, delgado, chaparro y vestía pantalón de mezclilla y camiseta de color azul.

Para ese momento Radio Calenda ya era escuchada por toda la población.

El hecho de que en una casa le suban el volumen a su radio y no se trate de música, sino de diálogos, significa que algo importante está sucediendo, y de esta manera, se prendieron rápidamente todas las radios en San Antonino y aumentaron las llamadas a la cabina de Radio Calenda.

Una señora llamó asegurando que ella se dirigía al mercado a esa hora, cuando vio por ese lugar al hombre joven, delgado, chaparro, vestido con pantalón de mezclilla, camiseta de color azul y que era muy moreno.

Un joven repartidor de tortillas también llamó a la cabina de Radio Calenda para señalar que el hombre joven, moreno, delgado, chaparro, vestido de mezclilla y camiseta azul, llevaba lentes deportivos de color oscuro.

Una señorita que atiende la estética que está cerca del lugar, llamó para decir que ella también vio al hombre joven, moreno, delgado, chaparro, de mezclilla y camiseta azul y que además de lentes llevaba una gorra oscura en la cabeza.

El conductor de un mototaxi llamó para informar que más o menos a esa hora, un hombre joven, moreno, delgado, chaparro, de camisa azul, de lentes y gorra oscuros  salió de la calle Cuauhtémoc  conduciendo alocadamente una bicicleta, que tuvo que esquivar con su mototaxi para no chocar contra él.

Muchas llamadas se hicieron a Radio Calenda para ratificar la información sobre el sospechoso que había sido ubicado por los vecinos, pero las más importantes fueron las que señalaron que esa persona que se había robado la bicicleta, renta una habitación en una céntrica calle de la población, donde luego se hospedan trabajadores del campo que viene de otros municipios.

Se recibieron otras llamadas en las que se aportó el “alias” del presunto delincuente y  también se dio a conocer que aquel sujeto era alcohólico y además drogadicto.

Las llamadas telefónicas y mensajes vía celular venían de todos los puntos del municipio, como de localidades cercanas.

La mayoría de los mensajes eran de franca solidaridad y apoyo hacia Lulú.

Lulú, por su parte, agradeció a los radioescuchas con un nudo en la garganta, pues ante esta desgracia se había percatado de la dimensión de su auditorio.

Ella dijo que la pérdida de esa bicicleta, con la que llevaba doce años, le dolía mucho porque era como perder a un amigo o una mascota, y que también perdió la inversión que le había hecho al renovarle los frenos, las llantas, tenía los rines cromados y un asiento más cómodo, por lo que deseó que el ladrón valorara el objeto que se había robado.

Otras llamadas de pueblos vecinos, le dijeron que probablemente su bicicleta fue llevada a determinada casa de empeño y que la sacarían a la venta en otra sucursal, porque así le hacen con las cosas que parecen robadas.

Lulú no presentó su denuncia ante las instancias correspondientes porque le dijeron que tenía que presentar la factura original de la bicicleta, así como las facturas originales de todos los gastos que dice que le invirtió, además de que tenía que llevar a todos los testigos que ubicaron al probable responsable. 

En que en caso de que cumpliera con estos requisitos, además de volver otro día para sacarle seis juegos de fotocopias a la denuncia, tenía que regresar con sus testigos para ratificar la denuncia y que una vez que se le diera curso, tendría que otorgar dinero a los agentes para la gasolina y de paso para su “refresco” porque ese tipo de investigaciones parecen fáciles, pero resultan muy complejas,  ya que si no encontraban al sospechoso en su domicilio, tendrían que montar un operativo que podría durar varios días, con sus respectivos gastos.

Evidentemente Lulú se desistió de denunciar, pero tampoco la presentó ante la autoridad local, porque algunas llamadas la desanimaron, afirmando que cuando un delincuente cae en manos de los encargados de la justicia municipal, supuestamente lo dejan escapar a cambio de una propina.

Lulú se resignó: perdió su medio de transporte, pero ganó el aprecio y la solidaridad de una población que le respondió y se movilizó totalmente por causa de una bicicleta. 

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