martes, 10 de febrero de 2015

La extraña forma de gobernar en San Antonino

Es normal.

Bueno, el problema en sí es precisar qué se entide por normal, pero la gente ya se acostumbró a considerar que la normalidad es simplemente la aceptación colectiva de lo que se trate.

Aunque sea algo anormal, si la gente no tiene interés en modificarlo se queda aceptado como algo normal, es decir, mientras nadie proteste ni se queje, esa situación se considera dentro de los límites de la normalidad.

Lo normal es que no pase nada, esa es la regla.

Al menos así parece porque desde hace unos treinta días, aproximadamente, los regidores del ayuntamiento de San Antonino Castillo Velasco dejaron el palacio municipal y al presidente y voluntariamente abrieron sus oficinas en un domicilio particular de la avenida Castillo Velasco, desde donde despachan sin ningún remordimiento.

De igual modo, el Presidente Municipal se ha quedado con la mejor parte, es decir, con las amplias---aunque descuidadas---, oficinas del palacio municipal y en su nueva condición de gobernar sin cabildo, lo auxilian alegremente los suplentes que están habilitados como directores de cada ramo que han dejado los regidores.

Lo más curioso es que este ayuntamiento---emanado de una densa coalición que no acaba de encajar--- es que cada parte reclama para sí la razón absoluta, como esas parejas de recién casados donde se acusan mutuamente de ser la causa del divorcio.

Aunque no es la primera vez que sucede(en los últimos diez años dos administraciones municipales han terminado de la greña) esta actual administración ha asimilado salomónicamente que si cada quien tiene la razón, no es necesario proceder legalmente y el desprecio mostrado por su ausencia, que lo sufra la contraparte.

Irónicamente, las partes han contado con la asistencia legal tanto de particulares, como de oficiosos representantes de la Cámara de Diputados local.











En el fondo de la mala fe o la ignoracia de algunos, se pretende asumir que esta situación fue determinada por usos y costrumbres.

Por lo pronto, el ciudadano común está encontrando en esta evidente incapacidad de gobernar, un estilo de vida política recurrente: el divisionismo visceral que predomina por encima de la ley y por encima de la población.

¿Cuándo van a entender que el gobierno municipal es colegiado y que a los representantes del ayuntamiento no se les escoge para que contraigan matrimonio entre ellos, sino para que dediquen su inteligencia y su capacidad en beneficio de sus pueblos?

Lástima.