jueves, 16 de diciembre de 2010

La leyenda de la carreta de la muerte

De las leyendas de San Antonino hay una que causa escalofrío.
Se trata de la carreta de la muerte, que tal vez muchas personas han tenido la oportunidad de ver, pero muy pocas han sobrevivido para contarlo.
Realmente yo la escuché de los labios de un viejo que lo enfrentó.
No es la primera vez que, buscando historias y documentos, fotografías y objetos antiguos de San Antonino, alguien me invita para platicar sobre esos temas.
Fue precisamente en el mes de noviembre cuando acudí al llamado de "Bic' rab", el viejo raboverde que conserva en su jardín uno de los mejores ejemplares de plantas endémicas de San Antonino, la mayoría medicinales y que es un material muy valioso que estoy documentando.
El caso es que nos agarró la noche platicando mil historias entre mezcal y mezcal, de modo que pasando de la medianoche me disponía a retirarme cuando en la fría y oscura noche se escuchó el aullido de los perros seguido de un sonido muy especial: "ric-rac-truc-trac".
Cuando Bic' rab lo escuchó se quedó congelado. ---"¿Lo escuchas? me preguntó.
Efectivamente, sobre la calle sin pavimentar, junto al muro de adobe, por la parte de los carrizos que hacen de zaguán, se escuchaba el maligno sonido que causaba un dolor de cabeza, como si a uno lo golpeara un martillo a cada horrible sonido "ric-rac-truc-trac".
Bic' rab con los ojos vidriosos por lágrimas de terror me apartó contra la pared y dijo: ---¡Maldita sea! ¡Más que nunca,  alguien va a morir! Se quedó mirando su cuerpo como buscando algo y luego me miró a mí. Yo que tenía el escalofrío a flor de piel levanté la mano y le dije, "no, no, no. Eso sí que no."
Avanzamos con cautela para ver qué producía aquel ruido, pero yo no ví nada. Bic' rab, en cambio, abría los ojos desmesuradamente, sudando en medio de aquel frío terrible, señalaba algo visible sólo para sus ojos.
----¿Dime Bic´, qué ves? le pregunté.
Y el viejo Bic´ me gritaba con terror, "Mira, allí, ¿que no lo ves? Pero yo no veía nada, más que las sombras de la noche y el aullido incesante de los perros. ---Por favor, Bic`, insistí, díme qué ves? Y él me contestó ---"Más que nunca, como le pasó a mi padre, ahora viene por mí. Más que nunca es la carreta de la muerte. Toda ella está formada de huesos amarillentos y viejos. Más que nunca sus ruedas están formadas de huesos amarrados con mecate. La va jalando un caballo negro y fuerte y la va conduciendo el carretero de la muerte. Ese hombre viejo cuyo rostro le tapa el sombrero y lleva una capa negra que cubre todo su cuerpo. El caballo tiene enormes ojos rojizos que parecen llamas de fuego. Más que nunca...
----Bic´, háblale, pregúntale qué quiere, le dije con mucho temor.
----Shhhhhh. Cállate, nos va a descubrir. Anda buscando a alguien. Alguien que hoy va a morir.
----Por favor, Bic´, pregúntale quién.
Y de pronto, como si la figura fantasmal aquella nos hubiese escuchado, se oyó con toda claridad como alguien avanzaba hacia la puerta de carrizo, misma que se abrió, supongo yo, por efecto del viento, pero Bic` estaba francamente aterrorizado. Noté que su calzón de manta estaba mojado. Lo que haya sido le provocó que se orinara en su propio pantalón. Tenía los pelos de punta y boquiabierto miraba algo con los ojos sumamente desorbitados, tratando de safarse de algo que al parecer lo detenía y luchaba desesperadamente contra el aire. Me gritó que arrancara un poco de albahaca y que le echara mezcal y en medio de aquel espectáculo de locura yo le pasé tres ramos de albahaca empapados en mezcal, con los que él parecía defenderse como una espada contra un atacante imaginario. Yo estaba congelado por el frío, un zumbido profundo me taladraba el cerebro y llegué a pensar que Bic`rab había enloquecido.
De pronto, se escuchó nuevamente como si alguien se alejara y acto seguido el sonido aquel, horrible, como un eco surgido de lo más profundo de las cavernas se repitió de nuevo "ric-rac-truc-trac", mientras el viejo Bic`rab permanecía tirado en el suelo sudoroso y con el corazón palpitante y el aullido de los perros aumentaba con mucha insistencia.
Con cierto temor me acerqué a Bic´ rab esperando lo peor, pero todavía respiraba. Como pude lo cargué y nunca pensé que aquel hombre bajito de unos 89 años estuviera tan pesado, como pude lo dejè acostado en un petate en su corredor y de inmediato llamé a la policía municipal para que trajeran un médico. La respuesta fue que no podían traer a ningún médico porque los del centro de salud trabajaban medio día y que esperara a que amaneciera, no faltaba mucho, era de madrugada. Grité un par de groserías a los que me contestaron y estaba a punto de salir a la calle en busca de un médico cuando Bic` rab se incorporó exhausto y me dijo "no te vayas. quédate aquí."  Me recosté a su lado con alivio porque estaba vivo. Entonces noté que mi pantalón también estaba mojado. En algún momento me mojé sin darme cuenta. Acto seguido me quedé profundamente dormido y tuve puras pesadillas de las que tampoco Bic`rab me pudo despertar porque estaba también profundamente dormido.
Una voz de mujer nos despertó al mismo tiempo en la mañanita: "----Chingadamadre, chimpaimul, pinches borrachos desgraciados, miren nomás cómo acabaron, debería darles vergüenza, destrozaron la puerta y dañaron varios surcos de plantas. No tienen remedio..." Era la hermana de Bic`rab, de unos setenta años, que venía a dejarle el desayuno en una canasta de carrizo. El olor a pan caliente, el humo incesante que despedía el jarro con chocolate y la jarra del atole me hicieron olvidar todo lo pasado. Desayunamos en silencio. Bic` rab me miró con complicidad y me dijo discretamente "----Esta vez estuvo cerca. Cuando venga el carretero de la muerte tienes que espantarlo con albahaca mojada en mezcal. Venía por mí pero lo mandé a chingar a su madre."
Mientras, su hermana, trataba de corregir los surcos de plantas maltratadas, resultado de una disputa que sólo Bic`rab yo compartíamos, me almorcé unas tortillas recién salidas del comal con un plato de frijoles de olla con chille verde y cebolla picada que me supieron a gloria.

7 comentarios:

  1. He llegado a esta página buscando elementos que me ayuden a explicar lo que hace ya unos cuantos años viví. Y es que este sábad que acaba de pasar, en una fiesta, entre charlas y temas, llegamos al de los fenómenos paranormales. Mientras que unos charlaban de cosas que han oído narrar de otros que a su vez lo reproducen, yo narré una experiencia que de primera mano experimenté. Para mi sorpresa, tras haber dado los detalles de lo que en aquella noche narré, un amigo muy culto e intelectualmente honesto, con un rostro pálido y sorprendido me preguntó: -¿conoces la leyenda del carretero de la muerte?, a lo que yo respondí: - No, primera vez que escucho hablar de algo así. Mi respuesta fue honesta pero al mismo tiempo me invadió una nueva sensación de horror, casi como la que esa noche viví. Mi amigo me dio los datos que él conoce sobre la leyenda, y sobre otros tantos escritores, no sólo en América, sino en el mundo entero, acerca de testimonios sobre este fenómeno. Y heme aquí, indagando más sobre esta leyenda, con la espeluznante sorpresa de encontrar muchas coincidencias.
    No soy un creyente brujerías, ni pertenezco a ninguna iglesia, no creo en los OVNIS, ni en los enanitos grises o verdes de otros planetas que vienen a abducir gente en la tierra, creo en el anarquismo científico y me considero una persona difícil de convencer cuando de puros testimonios se trata. Sin embargo, estoy plenamente convencido de que lo que escuché en aquella noche, no era algo que pudiera explicar, y que el miedo fue más fuerte que mi curiosidad. Me quedé petrificado en mi cama, mirando hacia la ventana, preguntándome, ¿qué carajos suena como carreta, madera y metales que rechinan y suenan al ser arrastrados, cascos de caballos, un acelerado y contundente tic-tac, y un montón de niños riendo y otros llorando de diferentes edades? todo esto mientras los perros ladraban, gruñían, aullaban, todos muy alarmados y claramente desesperados ante una amenaza. Recuerdo que pasé unos minutos de intenso asombro y creciente pánico mientras me convencía de que eran risas y llantos de niños, muchos niños. Por el resto de sonidos pudiera haber sido capaz de salir a mirar, sin embargo fue este último detalle lo que me hizo quedar congelado repitiéndome mentalmente: ¡Son niños, pero qué carajos!
    A todo ello, seguro estoy que alguien o algo, un ente, conducía este vehículo macabro, del cual solo puedo hacerme una idea visual, ya que no tuve el valor de salir por al ventana para constatar con mis ojos lo que con mis oídos estaba experimentando.

    Espero poder tener eco en esta experiencia que les comparto y poder ampliar mejor el tema. Simplemente por tratar de explicarme mejor aquello que aún hoy día, sigo sin poderlo entender del todo.

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