viernes, 7 de junio de 2013

Crónica de un robo

De buena fuente.

El honrado y trabajador panadero llegó en su motocicleta a la estética.

Se estacionó correctamente, descendió e ingresó al local. Como vio a varios clientes antes que él, tomó su lugar y mientras esperaba su turno para que le cortaran el cabello, hojeó una de esas revistas de escándalos de artistas y se concentró en la lectura.

Tal vez la lectura de la información le hizo pensar que era un exceso y hasta una forma de hostigar a la gente que trabaja en la televisión con esa clase de revistas; tal vez la pareció sumamente atractiva la mujer semidesnuda que aparece en la portada con títulos atrevidos y hasta de doble sentido.

De vez en cuando contemplaba a la estilista que, con acertada habilidad, cortaba el cabello a un cliente, dándole una renovada apariencia por el cabello aseado. De nuevo se concentró en la lectura de los escándalos de la vida íntima de los actores de televisión y probablemente pensó que ese era un negocio que tenía éxito por ventilar la vida privada, los fracasos, los éxitos, pero más las veleidades de un sector reducido del entretenimiento, cuando de pronto, un hombre vestido de manera formal, abrió la puerta de cristal de la estética y se paró en la entrada como cualquier cliente para preguntar: "Buenas, tardes, disculpe, ¿quién es el dueño de la moto que está acá afuera?"

Pensando que estaba ocasionando algún inconveniente, el panadero contestó: "Soy yo, ¿me quedé mal estacionado?" A lo que el hombre de la puerta, sacando una pistola de su cinto, le apuntó mientras decía : "Dame las llaves".

Era obvio, se trataba de un asunto de vida o muerte. El cañón apuntando a su rostro y la mirada impávida de los clientes del lugar, le hicieron pensar a mil por hora y automáticamente entregó las llaves, buscando hacia donde saltar en caso de que el hombre armado le fuera a disparar.

Con las llaves en la mano, el hombre de la pistola cerró con naturalidad la puerta. Se subió rápidamente a la motocicleta, la echó a andar y se fue a toda velocidad.

El panadero asaltado quedó desconcertado, le pareció un milagro que no le hubieran disparado y eso era más que suficiente para ya no cortarse el pelo y salir incómodo y asustado de aquel lugar.

Dicen que no es la primera vez que sucede esto.

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