miércoles, 10 de noviembre de 2010

La leyenda del tenate viviente

Tenate de caña o cesto de carrizo, los paisanos lo han convertido en la leyenda del pizcador viviente.

Precisamente después de que una noche que llegué a San Antonino ví a lo lejos un tenate enorme que venía rodando hacia mí, pero conforme se acercaba se hacía más chiquito y yo, con mi escepticismo científico, pensaba que aquello podría tratarse de algo absolutamente natural. Sin embargo, ya eran varias veces que me pasaba.

Un día le platiqué esto a una persona mayor que me escuchó muy sorprendida y que me exigió que le contara este asunto a su marido, el viejo Nid.

Más o menos así estuvo la plática.

El viejo Níd, chasquea la lengua---un hábito adquirido de sus tiempos de pastor de chivos en la montaña--- y que es un signo de que se dispone a mantener una charla grata (la plática debe disfrutarse como la buena comida y como la buena mujer, me había dicho), se siente en una enorme piedra de río en forma de colchón de cama individual, que está colocada debajo de un extraordinario árbol de framboyán; saca un cigarrillo y lo enciende, dejando escapar una bocada de humo que se eleva y el viejo habla:
"Cuando yo era niño, entonces no teníamos luz en San Antonino y ocupábamos velas y quinqués de aceite de  grilla. La hoja de grilla la usábamos como papel de baño. Hoy ya está todo bien poblado. En esos tiempos San Antonino mandaba mucho más allá de donde alcanza la mirada y todo estaba rodeado de vegetación. Había mucha agua y teníamos un río. Hoy sólo cuando llueve pasa una miseria de agua sucia en forma de arrollo. Las cercas de nuestras casas eran de carrizo y nogales y sólo la gente rica tenía casa de adobe. Nuestras casas---que antes eran muy grandes, más grandes de las que construyen ahora----, tenían huertos y jardines y la gente barría a diario su calle.
"En esos tiempos de oscuras calles iluminadas frágilmente por la luz de la luna, pronto nos metíamos a dormir, porque la gente educada se duerme temprano y se levanta más temprano. En algunas ocasiones el trabajo demandaba desvelarse para regar los cultivos del campo con un cántaro que primero era de barro y luego de metal, qué manguera, ni qué corriente eléctrica, ni qué fertilizantes ni nada de esas porquerías.
"Pues una madrugada me fuí a las dos de la mañana al campo, porque si quieres lograr un tipo de flor el secreto es regarla muy de madrugada y madura y florece re chula la condenada. Entonces, como terminé temprano me regresé como a las cuatro de la mañana a la casa, a esa hora ya los comerciantes iban con sus mulas y sus enormes tenates a vender a Oaxaca, a Ocotlán, a Ejutla, a Miahuatlán, a todos lados, hombre, a todos lados porque el que no se mueve no avanza. Entonces, pasando el centro del municipio me salió un pizcador (tenate o cesto) que se movía hacia mí rodando lentamente y como venía de frente avanzaba más rápido y parecía hacerse más grande. Se trata de un pizcador del diablo, porque sólo el diablo puede hacer ese tipo de pizcadores re chulos, macizos, con un carrizo que seguramente se cultiva en el infierno, un carrizo amarillo con tintes rojos, como el fuego. Bien logrado el pizcador. Yo me arrodillé del lado de la cerca de carrizo que tenía a mi derecha para dejar pasar el pizcador rodante. Mientras venía hacia mí, empecé a rezar un padre nuestro y el pizcador empezaba a detenerse. Entonces que empiezo a rezar un rosario y el pizcador empezó a hacerse pequeñito, pequeñito hasta convertirse en una canastita bien chiquita y bien bonita y yo me quedé maravillado de ver cómo se transformaba ese pizcador amenazante en una canastita y no aguantaba las ganas de agarrarla, pero me acerqué lo suficiente para ver que estaba llena de monedas de oro. Yo las conozco porque tengo muchas de esas monedas. Eso sí es oro no como esos billetes feos que si los guardas se te echan a perder y cuando los sacas ya no te los aceptan porque dizque ya no sirven. Pinche gobierno, esa es una forma de robar, hacer que el dinero no sirva. Pero bueno, entonces yo que estiro la mano para agarrar el asa de la canasta y que se deja agarrar, pero pesaba mucho, mucho, yo no podía levantarla y cuanto más quería levantarla, más pesaba la condenada canasta. Entonces, que se me ocurre hablarle a la canasta y que le digo, ----Espíritu de quien seas. Si esta canasta es para mí, haz que me la pueda llevar y si no, llévatela para que no cause ningún daño. En ese momento que escucho una voz que parecía muy lejana, pero muy lejana y me decía por mi nombre 'Nid, yo soy un comerciante que estoy pagando mis pecados.  Fuí muy malo porque no daba completo, revolvía la cosa mala con la cosa buena para engañar a los marchantes (clientes), siempre compré barato y vendí caro, robé al que tenía y maltrataba al que no tenía. Por eso mi castigo es rodar en este tenate que me servía para vender y cuando encuentro un hombre malo, mi tenate lo atropella, porque los hombres no saben que la ley de la vida es recibir lo que das y que tienes que ser un hombre justo. Y si encuentro un hombre bueno y justo, entonces mi enorme pizcador se convierte en una canastita de oro, que es una forma de pagar y devolverle a la gente algo de lo que me llevé.' Entonces yo le pregunté al espíritu ---Si es para mí esa canastita de oro, entonces por qué pesó tanto al principio que la quería levantar y el espíritu me contestó con su voz lejana: 'Nid, al principio no la podías levantar porque viste el dinero y era tu ambición la que pesaba. Pero después pensaste que con estas monedas ibas a hacer cosas buenas, por eso se aligeró su peso. Tu corazón aligeró el peso, por eso no te perdió la ambición. Así que Nid, por favor, llévate esas monedas de oro y sin que nadie se entere harás obras buenas como las que pensaste. Una vez que hallas realizado cosas buenas no conserves ninguna moneda para tí porque si te quedas con algo sólo piedras encontrarás en el tenatito.'
"En ese momento yo quería hacer más preguntas, pero vino un viento fuerte y terrible que levantó la tierra y generó un remolino que pensé que me iba a llevar con todo y canasta. Mi cántaro se movía como piñata y la canastita nomás no la soltaba porque yo soy hombre de palabra y no le iba a fallar a un difunto, no fuera a hacer la de malas. En ese momento que se fue el remolino, los perros empezaron a aullar y yo me apresuré para llegar a la casa con el canastito.'
A la mañana siguiente me desperté tarde, como a las siete de la mañana, pensé que todo aquello había sido un sueño y me dije, ---chingá, por andar durmiendo y soñando pendejadas ya se me hizo tarde, pero me dí cuenta que también mi vieja estaba durmiendo y los chamacos también. Porque todos a diario nos levantamos a las cinco de la mañana. Entonces, el atole no estaba hecho, las tortillas no estaban hechas, la lumbre no había sido puesta.  Me levanté enojado diciendo pestes y al sacar del baúl la camisa que me tocaba ponerme ese día casi me desmayo de encontrar la canastita con monedas de oro, lo palpé, lo confirmé y que cierro con candado el baúl."
El viejo Nid se acabó su cigarro, lo que aproveché para preguntarle que qué hizo con el oro y cuánto era. Me miró con desconfianza y desprecio. Yo sentí que mentalmente me dijo una grosería por estarlo juzgando. Molesto pero seguro, como quien defiende su verdad continúo:
'-----El dinero nunca es suficiente. Pero en ese canastito había lo suficiente para hacer algunas cosas buenas que desde antes yo quería hacer para ayudar a la gente. Ahora no te digo porque le prometí al espíritu no decir las cosas buenas que hice, pero ten la seguridad de que hasta la última moneda de oro fue para ayudar a quienes realmente lo necesitaban."
Y el canastito Nid, qué hiciste con el canastito? no se te ocurrió probar si se convertían en piedra las monedas?, le pregunté. Nid, verdaderamente molesto me constestó "Pendejo, se nota que nunca en tu vida has hablado con los muertos. Si le haces una promesa a un espíritu no dudes que estás empeñando no sólo tu palabra, sino tu alma."
Me moví un poco incómodo en el tronco de árbol en el que yo estaba sentado y me quedé callado, dejando que Nid continuara hablando.
"Una vez que gasté discretamente hasta la última moneda en obras buenas a los ojos de Dios, de los hombres y del espíritu con el que hablé fui a buscarlo nuevamente al lugar, el día y la hora en que lo encontré. No apareció. Sin embargo, una noche mientras dormía tuve un sueño en el que escuchaba la voz del mismo espíritu y me decía: 'Nid, pasaste la prueba, ora te voy a pedir que vayas al carrizal que está ubicado en tal lugar' y me dió seña precisa de ese lugar en el campo que conozco porque hasta la fecha ese lugar existe. Y el espíritu continúo: 'Nid, métete al carrizal, ahí en medio de éste hay un claro donde debes quemar el tenatito en noche de luna llena, pero pon atención a lo que te digo, no le cuentes a nadie a dónde vas  ni qué vas a hacer, una vez que quemes el tenatito lo vas a enterrar debajo de unas piedras de río que están ahí amontonadas. Nomás escarbas tantito y ahí vas a echar las cenizas. Y si todavía existe ahí mismo enterrada una bolsa de piel que dejé hace mucho tiempo, llévatela, haz con eso lo que quieras y quédatelo.' Entonces lo que hice fue esperar al día en que llega la luna llena. Entré al carrizal y afortunadamente no me salió ninguna víbora porque ese carrizal esconde muchos animales feos. Quemé el tenate hasta que quedó convertido en ceniza y no fue difícil encontrar las piedras de río. Las removí y escarbé y antes de vacíar las cenizas me encontré una bolsa de piel que no pesaba nadita. La saqué y deposité en su lugar las cenizas. Tapé nuevamente y me regresé a la casa. La bolsa estaba llena de monedas de oro."
Nid sacó otro cigarro y se quedó contemplando su enorme extensión de campo de cultivo, que se extiende hasta allá, hasta donde topa la vista.

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