jueves, 25 de noviembre de 2010

La Leyenda del perro negro

Este asunto lo conocemos solamente Beto Viushe y yo.
La recaída de salud de Beto Viushe no se debió al azúcar---como le dicen popularmente a la diabetes---, se debió a una causa mucho más complicada que tiene que ver con la naturaleza de las personas, sus actos y las consecuencias de éstos.
Es como una ley: todo lo que hagas, digas o pienses, bueno o malo, se te revertirá irremediablemente tarde o temprano. Y ahí está la explicación y la justificación contundente que explica por qué Beto Viushe, el gordo tocinero que se negó a ser razonable, que se negó a perdonar y que es un prestamista al que nadie que lo conozca realmente se atrevería a pedirle prestado porque te cobra a la mala, sin entender razones y te exprime hasta sacarte la última gota de dinero y de dignidad y si algo queda de tí, no dudes que Beto Viushe, que nació para matar cuches y matar la moral de las personas, también acabará con eso, porque no perdona absolutamente nada ni a nadie.
Acostumbrado a levantarse a las dos de la madrugada para matar cuches y convertirlos en alimentos naturales y preparados, como la cecina, el chorizo, los viushes ---esa retacería de carne y grasa que se cuece en tres cuartos y vence al apetito en la primera probada----; Beto Viushe no contaba con que el maltrato a sus semejantes y su falta de comprensión y apoyo a sus deudores, se materializaría en aquel horrible perro negro que le salió esa madrugada, cuando Beto Viushe se dirigió a su terreno donde mete los cerdos que habrán de ser sacrificados.
Primero pensó que aquello era un perro callejero ordinario, pero ilógicamente iba aumentando de tamaño, con sus ojos vidriosos y brillantes que hinoptizaban al más valiente, sus patas se iban alargando y pronto adquiría el tamaño de un burro, luego el de una mula, luego el de un caballo y sus poderosas fauces brillaban bajo la luz de la luna como puñales filosos y babeantes de abundante espuma que anunciaban la rabia de un inevitable ataque.
Beto Viushe intuyó que aquello era su fin, porque la leyenda dice que cuando te encuentras al perro negro que crece y crece es que ya se llegó tu fin y realmente pocos son los que tienen la oportunidad de contarlo.
Una forma de conjurar aquella terrible figura endemoniada consiste en orinarse sobre una pistola, porque si no la mojas con tu propia orina, la pistola no se disparará nunca.
Pero esa vez Beto Viushe no llevaba ningún arma con él, sólo llevaba su lazo y una binza, que es una cuerda echa con la parte noble del toro que es estirada hasta su máxima expresión y se trenza para quedar como una extraordinaria arma para golpear animales rebeldes y personas tercas. Pero Beto Viushe, que bien merece un par de binzasos, no se podía pegar ni pegarle a aquel terrible demonio que creció hasta convertirse en una auténtica amenaza.
Dice Beto Viushe que cuando se encontró al perro negro supo que era su fín.
De modo que se quedó atónito esperando a que el animal se le lanzara con sus horribles fauces y acabara de una vez por todas y para siempre con la vida de Beto Viushe.
Precisamente la aparición se dio justo el día después de que despojó  de su casa a una humilde mujer que no le pudo pagar un préstamo con elevadísimos intereses.
Beto Viushe comprendió rápidamente que aquello era un castigo que él se había buscado, no por éste, sino por todos los abusos que había cometido.
La leyenda del perro negro dice que se te aparecerá y crecerá según es la energía negativa que has creado, de modo que su tamaño siempre será un reflejo de tu maldad y el tamaño del perro negro de Beto Viushe era extraordinariamente alto y robusto.
A Beto Viushe lo encontraron desmayado en el chiquero, todo embarrado en lodo y estiércol y a punto de ser devorado por los cerdos que husmeaban su cuerpo antes de clavarle el diente.
El médico diagnosticó un problema severo de su avanzada diabetes, pero Beto Viushe, cuando pudo hablar, antes de llamar al cura para confesarse, me mandó llamar a mí y me contó en secreto todo cuanto había pasado, confirmándome así lo que hasta ese día creí que se trataba simplemente de una leyenda, pero esto lo sabemos sólo Beto Viushe y yo. Doy fé.

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