El viernes 19 de diciembre del 2014 es una fecha que
será muy difícil de olvidar por la población de San Antonino Castillo Velasco.
Se trata del día en que el pueblo casi lincha a dos
delincuentes, como en los viejos tiempos.
Todo comenzó más o menos a las once de la mañana, cuando
unos sujetos armados ingresaron pacíficamente al negocio de un comerciante de
la localidad, lo amagaron con violencia y después de robarle el dinero, lo
secuestraron.
El griterío de algunas empleadas y el inusual
movimiento en ese lugar, llamó la atención de los vecinos quienes se aprestaron
a brindar auxilio.
Durante la confusión logró escapar el comerciante,
con tanta suerte, que al salir a la calle, se encontró con la patrulla municipal.
Les pidió auxilio gritando que lo habían robado y que se lo iban a llevar
secuestrado.
La patrulla se dirigió detrás de los maleantes y con
el auxilio de la población lograron someter a dos de ellos, que inicialmente
aseguraban estar de compras. Pero todos los testigos los señalaban
irremediablemente.
Los dos detenidos fueron encerrados en la cárcel
municipal, pero al ser reconocidos por pobladores que han sido víctimas de los
mismos sujetos, algunas personas tocaron las campanas del templo católico, en señal inequívoca de un asunto de extrema
urgencia y de interés general para la población.
Junto con la convocatoria tradicional de las
campanas del templo, el hecho de haber capturado a dos sujetos en flagrancia se
dio a conocer de voz en voz, de modo que la mayoría de la población se dio cita
en el edificio municipal para ver a esas personas encerradas en la cárcel que
se encuentra en el interior del edificio municipal.
Muchos vecinos reconocieron en esos sujetos a algunos
de los asaltantes que tienen asolada a la población.
Uno a uno diversos
agraviados señalaron las veces en que fueron asaltados por esos sujetos y otros
y su modus operandi, que coincidía invariablemente: primero identifican a sus
víctimas, luego estudian sus hábitos, acopian información de sus familias y con
el auxilio de cómplices que se hacen pasar como trabajadores o clientes de sus
potenciales víctimas, obtienen información de primera mano.
Luego, haciéndose pasar como prestadores de
servicios o clientes, dejan que sus víctimas les abran la puerta, se
introducen, sacan sus armas, amagan a los moradores, los golpean para que les
digan en dónde guardan su dinero, les roban dinero y objetos de valor y luego,
con toda tranquilidad se dan a la fuga.
Conforme los
agraviados exponían las veces en que fueron robados y golpeados iba creciendo
la ira popular. Decenas y decenas de personas que reconocían a esos sujetos, confesaban
su condición de víctimas.
Tantos agravios
acumulados a lo largo de los años, con total impunidad, generó que la tensión se
canalizara en un ánimo de linchamiento contra los sujetos.
Las autoridades
municipales visiblemente nerviosas solicitaron la intervención de las
autoridades estatales, mientras la población enardecida golpeó a los sujetos y
tras rociarlos de gasolina se disponían a prenderles fuego.
Llegaron
funcionarios de la policía estatal y de la Procuraduría de Justicia, pero sólo
para recibir gritos y reclamos por la ineficacia y la corrupción evidente, ya
que en algunas ocasiones el pueblo les ha entregado a delincuentes detenidos en
flagrancia, como robacarros y asaltantes de los campesinos, pero casi
inmediatamente son dejados en libertad.
Por ese motivo,
la gente del pueblo se resistía a entregar a los sujetos detenidos.
Aún invocando a
la religiosidad y la mesura, las autoridades municipales se convirtieron en
víctimas colaterales, al evidenciarse en la propia asamblea los yerros y la
falta de acción institucional que han favorecido el crecimiento de la
inseguridad y la delincuencia en San Antonino.
Bajo la amenaza
de ser linchados, uno de los delincuentes confesó los nombres, domicilios, y
hasta proporcionó los nombres de algunos de los familiares de los cabecillas de
la banda.
Integran la
banda una docena de personas y tienen más de diez años de delinquir en San
Antonino, como en poblaciones cercanas.
Algunas
personas comentaban que tanta impunidad sólo se justifica por la corrupción en
las instancias de seguridad y procuración de justicia.
Incluso, el
comerciante agraviado pedía a gritos que dejaran libres a los detenidos, ya que
estaba recibiendo amenazas en su teléfono celular, a través del cual de uno de
los cabecillas de la banda le advertía que si le pasaban algo a cualquiera de
los detenidos, otros cómplices se encontraban, en ese preciso momento, cerca de
la esposa y los hijos del comerciante y
daban datos precisos de la ubicación y características de ellos.
Pero el pueblo,
en una sola voz dijo que ese ya no era asunto del agraviado, que eran tantas
las víctimas que el asunto era comunal. Sin embargo, en un acto de sensatez y
solidaridad con la parte agraviada, permitieron que las autoridades estatales
se llevaran a uno de los detenidos y que posteriormente se llevaran al otro,
para iniciar las investigaciones.
Advirtieron que
estarán atentos, pues de la misma manera que los agraviados tienen familia que
puede ser víctima de esa banda, los delincuentes también tienen familiares y el
pueblo no permitirá más agresiones, como en los viejos tiempos.
La justicia
tiene la última palabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario