domingo, 26 de enero de 2014

Leyenda de las sombras gigantes

Son de mal agüero.

Les dicen sombras porque sólo se aparecen por las noches y nunca dejan ver su rostro completamente, sólo la silueta y los tenues rasgos de la cara, por lo que se sabe ahora que las sombras gigantes pertenecen a un hombre, una mujer y un perro.

Se aparecen a altas horas de la noche y al principio parecen normales, pero conforme uno se va acercando a ellos, van creciendo desmesuradamente hasta alcanzar los más de dos metros de altura.

Los perros y los caballos son los primeros que notan su presencia. Los perros ladran con temor y los caballos se niegan a avanzar, bajando la cabeza y resoplando con fuerza.

Por lo general, anuncian la muerte de la persona que los encuentra o bien, alguna desgracia próxima que ocurrió o ocurrirá en ese lugar donde se aparecen.

No son pocas las personas que han muerto de muy diversas causas, después de encontrarse a alguno de estos gigantes infernales.

Los mayores y los que han sobrevivido a su encuentro, saben que hay una forma de neutralizar su mal aire, y en consecuencia, la amenaza que anuncian: sólo hay que fumarse un cigarro frente a esos gigantes para que desaparezcan en el acto.

El único problema es que resulta sumamente complicado encender cualquier cerillo o encendedor frente a ellos.

También funciona una antorcha o carbón encendido porque, al parecer, el fuego es el elemento maravilloso que le pone fin a esas endemoniadas sombras.

De modo que cuando se vea en la necesidad de transitar por los campos de San Antonino en la oscuridad, tome sus precauciones porque hay gigantes oscuros que pueden salir en cualquier momento con las peores intenciones.

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