viernes, 16 de agosto de 2013

Luis Valencia y su amor por lo local

Es el mejor alumno de Rodolfo Morales.




















Luis Valencia, vecino de San Antonino Castillo Velasco nació en un punto intermedio de las calles que unen a San Antonino y Ocotlán de Morelos, por eso está registrado como originario de Ocotlán de Morelos.

Como sucede en la mayoría de los pueblos vecinos, sus papás eran vecinos, su padre es originario de Ocotlán de Morelos y su madre es originaria de San Antonino Castillo Velasco.














En su obra pictórica, el maestro Luis Valencia, plasma al óleo y con técnicas mixtas la cotidianidad provinciana con sus vivos colores y evoca, con nostálgicos sentimientos, la arquitectura y las referencias sociales de un tiempo que se niega a morir y que circunda el entorno como costumbres, mitologías, historias y leyendas.














De los 32 años que lleva dedicado al arte, 16 de éstos los ha desempeñado como ceramista.

Esta actividad lo ha beneficiado como alumno y maestro en una escuela de arte de Pensilvania, Estados Unidos y como maestro también en el Taller Rufino Tamayo de Oaxaca, en donde ha impartido clases.

Su intensa actividad en la cerámica y la pintura lo han llevado a exponer en galerías del Distrito Federal e, incluso, en Australia.














Llama la atención en su estudio ver tantas referencias al pintor Rodolfo Morales: una marmota de cartón con su rostro, un collage con motivo del Día de Muertos, se nota cierta admiración y respeto por el maestro.














Luis Valencia dice que Rodolfo Morales recomendaba a sus alumnos destacar el entorno. "Siempre hay algo nuevo por descubrir", dice el maestro Valencia mientras repasa unos acordes en la guitarra frente a la pintura del Día de Plaza en Ocotlán que está trabajando y que tiene un colorido y escenas típicas del mercado.













"Hay mucha información verbal que hace falta documentar", dice. Como maestro lamenta que a los talleres de pintura para niños y jóvenes no se les brinde el apoyo, al menos aquí.

De pronto deja su guitarra, prepara un poco de pintura, toma un pincel y ubica un pequeñísimo detalle en su extraordinario cuadro del Día de Plaza en Ocotlán, que está trabajando y que mide más de tres metros de ancho, sonríe mientras pinta y comenta: "Todo tiene que ser lo más apegado a la realidad porque en la pintura perdura nuestra esencia".

Y así se queda pensativo y sonriente, enamorado de lo local.

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