martes, 3 de julio de 2012

La leyenda del carrizo maldito

Es una lección de moralidad.

Hasta muchos años, las mujeres tenían prohibido ir a la escuela porque se decía que sólo aprendían a leer para escribirle cartas a sus novios.

Esa era una filosofía retrógrada, misógina y retardataria que impidió que mujeres muy talentosas, se quedaran con escasos o ningún grado escolar.

Forman parte de estas medidas de control de las mujeres, el hecho de conservar su castidad y decoro.

Hoy las cosas han cambiado mucho, afortunadamente, pero en aquellos viejos tiempos, las mujeres sufrían una severa represión social, en nombre de la dignidad de la familia.

En ese contexto se inscribe la leyenda del carrizo maldito, que va dirigida a las mujeres coquetas que no respetan su papel sumiso, callado y obediente, como debe ser en la cultura machista.

Y es precisamente lo que le pasó en aquellos días a Gude, una mujer espigada de negro cabello corto, que no usaba mandil y que a la que, además, le decían "marimacha" por respondona y valiente.

Dice la leyenda que estaba en una fiesta cuando escuchó que le silbaban desde la calle, con un sonido típico de los cínicos que engañan a las jovencitas con promesas de matrimonio, pero que una vez consumados sus bajos instintos, las dejan vestidas y alborotadas.

Así que Gude se asomó aquella noche para ver quien le llamaba detrás de la barda de carrizo y resultó que se trataba de un apuesto joven, todo él vestido de color negro con un enorme sombrero y que le dijo: "Gude, te invito a platicar un ratito allá en el carrizal." "No le digas a nadie, para que nadie nos interrumpa, ándale, vamos en mi caballo y te regreso en un rato".


La valiente Gude lo dudó, pero la magia del apuesto caballero era tan intensa que accedió a subirse al caballo y se alejaron rumbo a un enorme cañaveral que estaba frente al panteón municipal y que hoy ya no existe.


Aunque llegaron muy rápido, la voz y lo que contaba el apuesto joven era verdaderamente seductor y a cada paso Gude sentía que había encontrado el paraíso.


Antes de llegar y entrar al espeso carrizal Gude tuvo mucho frío y temor y por un instinto de conservación intentó huir, saltando del caballo, pero aquel caballero la alcanzó y le rasgó la blusa, dejando ver un crucifijo de oro que cargaba Gude, por lo que el hombre retrocedió y entonces ella aprovechó la oportunidad para levantar un carrizo y utilizarlo para defenderse.


Gude se alejó corriendo y  jadeante, con la blusa rota y el carrizo en la mano regresó a la fiesta, fingiendo que no le había pasado nada. Pero todos se dieron cuenta que no sólo ella no sólo estaba mal físicamente, sino que algo muy raro le había pasado porque su forma de mirar y de hablar era incoherente. Pero lo más espantoso, sin duda y es algo que hasta la fecha sólo tiene una explicación, es que el carrizo que Gude llevaba entre las manos, era un largo hueso del cuerpo humano.


Desde entonces, Gude quedó como transtornada y las muchachas del pueblo confirmaron el por qué  tienen prohibido hablar con extraños.

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